disipa y evoca,
quizás verdades,
quizás alucinaciones.
La presencia ausente
muestra su ironía,
sus intenciones,
me empuja, me arrastra.
Solicita y uno acepta.
De quién es la culpa, entonces?
Yo me arrastro
y caigo, caigo.
Pero no hay suelo, o sí?
No me contestes, todavía temo a la respuesta
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